[¿Principio y Fin?]


Que es por mi culpa que estoy hoy padeciendo mi suerte.
Duele mucho ser como soy, duele, duele vivir.
Antonio Machín



De algún modo, una mosca abochornada ha debido colarse de sopetón en el comedor de los Hernández, bzzzz..., zumba que te zumba, anda de zipizape aéreo, resbalando por encima de la mueca de gilipollas que se le ha quedado a doña Cándida.
Sobre la mesa camilla hay un plato con puré, dos croquetas de merluza y una manzana mordida.
También está la caja de leodines, vacía.
La mosca vuela, vuela, vuela por el comedor de los Hernández.

21:30 Sorpresa, sorpresa. Edición especial del espacio presentado por Isabel Gemio en la que se muestra el talento de presos de diferentes cárceles de España en distintas categorías artísticas, como baile regional, clásico y moderno, contorsionismo, magia, canción ligera y lírica e interpretación musical. Este concurso consta de diez entregas y se divide en dos etapas.
Dentro de la tele, el Sanyo, en diferido, Teodoro hace un número, el de las pompas de jabón.
Primero una pompa, luego otra, y otra con el humo de un cigarrillo adentro. Marlboro, el cigarro. Las pompas chocan y explotan. Queda el humo, la magia. Teodoro saluda. Aplausos.
Se aproxima a continuación el momento dedicado al ciego Panavisión.
—Hola, buenas noches. Voy a demostrarles que con el olfato puedo distinguir a una mujer de un hombre. Yo es que soy ciego. Me encerraron por un pecado de juventud. Los de la Once fueron, que me metieron aquí para que no les diese más la lata con el asunto del quiosco. También me dieron este traje que llevo. Es de Armani.
Luego, en vivo y en directo, sorpresa, sorpresa, Panavisión se masturba. Siempre con la mirada fija, mirando para dentro que es como miran los ciegos encandilados.
La culpa de todo esto es del pestazo, a Trésor de Lancôme, que despide la presentadora. Le Parfum Des Instants Précieux.
El público huye, espantado, del Estudio.
Panavisión no, él sigue a lo suyo.
Sin mirar a nadie o mirando para dentro, que viene a ser lo mismo.
Es de Armani, su traje nuevo.
Pero doña Cándida no atiende a la tele como solía hacer en vida, como cuando su hijo salía de juerga por las noches. No, no puede hacerlo. Porque está muerta.
Igual que su marido, el capitán de tercio de requetés don Teodoro Hernández.
Muerta.
Lo de la anciana han sido diez días repletos de llanto y pena, de chinchón y quina. Una sobredosis de leodines acabó con su condena, no hace más de dos horas.
Las mismas que lleva la mosca molestando al cadáver de la vieja.
Las moscas, siempre de negro pero es que no saben lo que es un luto.
A las moscas les encanta joder a los muertos, bzzzz...
Doña Cándida, antes de suicidarse tragándose un puñado de anfetas, se persignó frente al retrato de su marido, como todas las tardes, y comentó con él algo referente a los enemigos que nos acechan día y noche.
Después cenó en silencio; puré, croquetas y una manzana. Ay, ay, ay. Luego se tomó las pastillas, y se quedó dormida frente a la tele.
Su sueño es ahora el sueño de los justos. El sueño de Marilyn Monroe.
La suya, la de la vieja suicida, es otra bella historia. De amor.
Se cuenta sola.

Está la televisión encendida, sorpresa, sorpresa, está el cadáver de doña Cándida, sentado en una mecedora, y la mosca revoloteando alrededor de la pegajosa copa que aún contiene un fondo de quina Santa Catalina.
Fundido a negro, fúnebre y musical, y títulos de crédito.
Bzzzzz... *


* Capítulo final de 'Travolta tiene miedo a morir', novela corta con la que servidor se zambullía en las procelosas aguas editoriales, de la mano del maestro Paco Umbral (podéis pinchar en el último Bzzzzz... para certificarlo), allá por 1997. Ha llovido, sí. Es más, no han dejado de llover palabras desde aquel día.