Neptuno empezó siendo el dios romano de las nubes y la lluvia. Sin embargo, ascendió y acabó convirtiéndose en el encargado de sostener el planeta, ya que el océano rodea la Tierra y era evidente que él, desde el fondo marino, podía soporta el peso. Lo cual no es poca cosa. Quizá sea por ese exceso de carga por el que el dios de los mares sea un tipo que, desde la antigüedad clásica, arrastra cierta fama de desequilibrado.
Por eso no es conveniente provocarlo en exceso, ni alterar sus marejada emocional, para que esté de nuestro lado. Debemos añadirlo a la empresa sí o sí. Ficharle para la causa. Dejar de verlo como la mayor víctima de este thriller catastrófico titulado Calentamiento global y contratarlo, tal que hoy, como parte integrante del mundo.