[Bret Esponja]


XL. Y para finalizar, una de agudeza mental...
B.E.E. [Ríe] ¡Uuuuuh! ¡No, por favor! Soy muy malo en eso. Además, me pillas en un mal día.
XL. … ¡es facilita!, ¿cuándo ‘se puso ciego’ de algo por última vez?
B.E.E. Mmmmmm... ¡Justo ahora! Lo estoy. Totalmente ‘colocado’. Se me ha subido. Estoy acatarrado y me han pasado una caja de…, ¿cómo se llama? Ilvico [sonríe], un antigripal. Eso sí, me lo anoto para el futuro. Es buenísimo. De lo mejor que he tomado.
XL. Ya. Pero yo le preguntaba por sustancias que no hayan sido prescritas por un facultativo.
B.E.E. [Sonríe] No sabría decirte. Aunque no me creas, llevo mucho tiempo alejado del alcohol y de las drogas. Sólo he escrito 'colocado' una sola vez. Cuando era joven. Y aprendí la lección.
XL. ¿Se puede escribir así?
B.E.E. No. Es imposible. Aunque en el momento de escribirlo pensaba que era algo tremendo, lo cierto es que no aguantó una relectura dos o tres días después. Tenía 18 años.



[Entre 'alhambradas']


Fue Bill Clinton quien dijo que nada tan hermoso como el atardecer ‘granaíno’, cuando un sol malherido acaricia la Alhambra, desde San Nicolás. Está claro que, con Lewinsky o sin ella, el ex nunca visitó a Enrique Morente [Granada, 1942], cuya terraza queda a un paso del paraíso nazarí. El Albaicín, barrio donde hay gallos anarquistas que cantan a media tarde, se desplega a sus pies. Llevo un rato aquí sentado, junto con el cantaor, bebiendo una cerveza llamada Alhambra que provoca redundante esplendor, y creo que Bill se equivocó. Lo realmente hermoso, señor Clinton, debe ser el amanecer ‘granaíno’, tras una ‘jartá’ de cante y Alhambra fresquita, desde la terraza de Morente. Con Morente.




[Próxima Mente]

[Bibliorreseña]





Reseña crítica aparecida en la edición papel del periódico quincenal de actualidad crítica 'Diagonal'.



[No hay quinto malo]


[¡Por Quiñones!]


· David Benedicte gana el Concurso de Haikus Caleteros 'Fernando Quiñones'

Ayer se entregaron los premios del I Concurso de Haikus Caleteros 'Fernando Quiñones', convocado por la Fundación que lleva el nombre del poeta gaditano. Fue en el Centro Unicaja de Cultura, dentro del programa de actos en honor de Quiñones previsto para estos días. El jurado di a conocer los haikus ganadores: "Si nos fijamos/no hay nada tan quieto/ como las olas" fue el poema que se llevó el primer premio. Su autor, David Benedicte (Madrid), no pudo acercarse a recoger el galardón. Los otros dos textos premiados fueron los del periodista gaditano Javier Osuna y del poeta local David F. Monthiel. "Ha sido difícil porque yo no soy poeta", comentaba Osuna. "Ha sido mi guiño sentimental a Quiñones, que apadrinó un libro que yo publiqué, 'El lenguaje de la mar de Cádiz'". Tras la lectura de los haikus ganadores, el jurado leyó una selección de los mejores textos presentados. Casi 200 poetas de todo el país y parte de Latinoamérica han evocado los paisajes de Cádiz y su mar en este concurso cuyo tema era la Playa de La Caleta, informa La Voz de Cádiz. (21/11/10)




Como Chechu con Pamela nueva, así me siento yo.

[¡BookCrossing y olé!]


¿Dónde acabará?




[Sostiene Milosevic]

Para sentirse un dios. Para crear un Gran Hoyo que congregue en un solo Estado a todas las hormigas rojas.




[El equilibrio es imposible]

Yo soy de Triste. Nací aquí, en esta aldea de la que apenas he salido desde que perdí a los míos en un incendio y en la que hoy, vaya usted a saber por qué, sólo quedamos 18 vecinos.




[Fanz Kafka]



Extraído del número 149 de MONOGRAFICO.NET



[Cuatro eran cuatro]

[Jubilación Kronen]



"En 1994, el premio Nadal tuvo como finalista a José Ángel Mañas (1971), cuya novela Historias del Kronen alcanzó un éxito singular y fue llevada al cine. Era la obra de un escritor joven, con temas protagonizados por adolescentes -el trío mítico de "sexo, drogas y rock and roll"-, y cuyos lectores fueron en su mayoría también adolescentes. El relato, en primera persona, estaba escrito en un lenguaje marginal pero fluido, y rendía un evidente homenaje al cine y la literatura del realismo sucio. Se habló de la conexión con las obras de Mariano Antolín Rato, pero los antecedentes más claros de Mañas eran Casavella y Loriga. Francisco Casavella (1963) había publicado El triunfo (1960), un monólogo jergal en que los recursos de la novela negra y la acción perdió peso bajo el costumbrismo y el exceso de descripción; y Quédate (1993), una novela juvenil fallida que volvía a presentar la vida como una sensación de vacíos. Por su parte, Ray Loriga (1967) había acudido a un lenguaje desgarrado y marginal en las novelas Lo peor de todo (1992) y Héroes (1993).
El hecho de plantear la vida desde un nihilismo expresado en lenguaje jergal se interpretó como una deuda con el realismo sucio norteamericano, por lo que la tendencia española adoptó el nombre del género foráneo, aunque también se la llamó "realimo duro" o "sórdido", "estética nirvana" y "rockandrollo"; y sus cultivadores fueron definidos por Jorge Herralde como "la cofradía del cuero". Bajo cualquiera de esos rótulos, se trataba de dar carta de presentación a unas obras generacionles y contraculturales, de fácil lectura, amenas y provocadoras, en las que el monólogo y el diálogo suplantaban muchas veces el papel del narrador, para reflejar la agresividad y la violencia de parte de una sociedad alienada por la tecnología y la incomunicación. Eran novelas, en definitiva, conectadas con las de David Leavitt y Douglas Coupland, influidas por el cine gore, las road-movies y la estética de Tarantino, y deudoras de grupos musicales como Nirvana y Ramones.
Las drogas y el alcohol son en estas novelas recursos para amueblar el vacío, y la música y el cine escapes de un mundo al que los personajes no encuentran sentido... A raíz de Historias del Kronen, proliferaron los artículos y los debates en los que toda la juventud de los años novente -la llamada en un tiempo "generación X", término tomado de un título del canadiense Coupland- parecía estar representada por los personajes de esta obra, lo que vendría a validar la denominación "generación del Kronen".
Mientras tanto, los autores ya mencionados siguieron publicando narraciones centradas en jóvenes sin esperanzas ni escrúpulos. Casavlla logró mayor fluidez en la novela juvenil El secreto de las fiestas (1997), e hizo gala de destreza narrativa en Un enano español se suicida en Las Vegas (1997), ubicada en las tascas de jugadores del barrio chino barcelonés. Loriga recopiló diversos textos en Días extraños (1994), ensayó la road-movie en Caídos del cielo (1995), imaginó una droga del olvido en Tokio ya no nos quiere (1999) y presentó a un inadaptado en Trífero (2000). Mañanas, por su parte, recibió el varapalo de la crítica por su segunda novela, Mensaka (1995), del que se vengó con un psicothriller irónico titulado Soy un escritor frustrado (1996). Posteriormente, volvió a sus temas habituales con Ciudad rayada (1998), la novela de base autobiográfica Sonko 95 (1999) y Mundo burbuja (2001).
Pronto la nómina de los cultivadores de esta tendencia se amplió con autores como José Machado (1974), que publicó A do ruedas (1996); y Pedro Maestre (1967), finalista del premio Nuevos Narradores en 1995 con Trapos sucios, y ganador del Nadal 1996 con Matando dinosaurios con tirachinas, una novela sobre un joven con problemas en todos los ámbitos: la familia, el trabajo y las relaciones sociales. Maestre, confesado admirador del malditismo de Leopoldo María Panero, dio a luz novelas de escasa exigencia, como Benidorm, Benidorm, Benidorm (1997), y siguió explotando el mundo de la adolescencia en Alféreces provisionales (1999). A la tendencia se añadieron, además, otros escritores menos jóvenes, como Eduardo Iglesias (1952), con Aventuras de manga ranglan (1992) y Por las rutas los viajeros responden a las plegarias (1996).
El afán clasificatorio ha hecho que en el grupo del realismo sucio se haya incluido también a Benjamín Prado, Roger Wolfe y David Benedicte. Prado (1961), tras publicar Raro (1995) y Nunca le des la mano a un pistolero zurdo (1996), presentó a un adolescente sumergiéndose en la lectura de un libro de aventuras en Dónde crees que vas y quién crees que eres (1996); unió acción y reflexión en Alguien se acerca (1998); usó la memoria y el planteamiento pesimista en la amena historia de No sólo el fuego (1999); y mezcló metaliteratura y resortes de novela criminal y psicológica en La nieve está vacía (2000). Wolfe (1962), autor de diversos libros de poesías y relatos, gestó en Fuera de tiempo y de la vida (2000) una novela corta fragmentaria, en que los personajes viven un ambiente de pesadillas. Y Benedicte (1969) conjugó realismo sucio y pensamiento en Travolta tiene miedo a morir (1998), e hizo protagonista de Válium (2001) a un adicto a ese fármaco, que trabaja como negro en una editorial pornográfica.
Incluso se trató de incluir en el grupo a Lucía Etxebarria (1966), por las notas autobiográficas de su obra y la recurrente presecia de las drogas y el sexo en sus argumentos. Pero lo cierto es que la prosa de Etxebarria no tiene muchos más puntos de conexión con los autores del realismo sucio. Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997), que la dio a conocer al gran público, está protagonizada por una ejecutiva, una camarera y un ama de casa; en Beatriz y los cuerpos celestes (1998) presenta a una joven bisexual que viaja a Edimburgo para madurar; Nosotras, que no somos como las demás (1999) se centra en los avatares de cuatro mujeres; y en De todo lo visible y lo invisible (2001) parece abandonar parte de sus temas habituales para narrar el amor apasionado y destructivo entre un poeta y una directora de cine.
La repetición de parecidos recursos, lenguaje y temas hizo que los relatos del realismo sucio, que a principios de los años noventa se consideraban frescos y originales, pronto se manifestaran monótonos y demasiado simplistas. La crítica convino en que les faltaba valor literario, y los lectores dejaron de prestarles la atención que les habían disponsado poco tiempo atrás. Así, los autores comenzaron a buscar otras fórmulas narrativas, y aunque de vez en cuando siguiera editándose alguna obra de esta tendencia, su presencia en el mercado fue disminuyendo progresivamente".



Manual de Literatura Española actual (Castalia, 2007), de Ángel L. Pieto de Paula y Mar Langa Pizarro.


[Fanzinemateca]





Extraídos de los números 147 y 148 de MONOGRAFICO.NET



[Reseñado estoy]

[Sólo para fanzs]





Extraídos de los números 145 y 146 de MONOGRAFICO.NET



[Zona Zero]

Poema finalista de miNatura 2010.
Para echar un vistazo al ganador y el resto de los finalistas, podéis pinchar aquí).

Zona Zero forma parte de Maremágnum 44, uno de mis poemarios inéditos. Aunque por poco tiempo.
Espero que os guste. Por lo que me toca, escribirlo fue un (extraño y constructivo) placer.


[Finalista, dije finalista]

Y entre los mejores poemarios de 2009 en el blog sobre crítica poética y contracrítica del colectivo Addison de Witt.




Otro gustazo, y todo un honor, estar ahí.


[¿Profesión? Finalista]




Reunidos los votos del Jurado del II Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2010, formado por:

Manel Aljama (Escritor)
Javier Muñoz Livio (Escritor y poeta)
Juan Guinot (Escritor)
Carmen Rosa Signes Urrea (Escritora y fotógrafa)
Ricardo Acevedo Esplugas (Poeta y escritor)

Tras la lectura de los 255 poemas presentados de un total de 189 autores, que provenientes de diferentes nacionalidades, a saber:

43 Argentinos
1 Argentino-Australianos
1 Bolivianos
1 Brasileño
12 Colombianos
21 Cubanos
5 Chilenos
2 Ecuatoriano
72 Españoles
1 Hondureños
1 Italianos
18 Mexicanos
7 Peruanos
2 Puertoriqueños
2 Salvadoreños
5 Uruguayos
4 Venezolanos

El jurado destaca la calidad de los poemas presentados, motivo que dificultó las tareas de clasificación y posterior elección del ganador y los finalistas.
Felicitamos a todos los participantes del certamen. En los próximos días, se distribuirá el dossier especial de la Revista Digital miNatura, dedicado al este II Certamen Internacional de Poesía Fantástica miNatura 2010, en el que podrán leerse el poema ganador y los finalistas. Y en breve recibirán en sus domicilios diploma acreditativo del certamen.
Pasamos a la proclamación del ganador y los finalistas.

El jurado del II Certamen Internacional de Poesía Fantástica minatura 2010 proclama como ganador del certamen el poema:

Presa del colombiano afincado en Irlanda Rodrigo Esteban González Reyes

De su poema, cabe resaltar la sencillez en el manejo de los recursos poéticos para introducir al lector en el ambiente fantástico en el que se mueve, llevándole, de una forma directa, a un final sorprendente, cargado de sensualidad y efectivo.

Así mismo el Jurado decide hacer mención de la calidad de los siguientes poemas finalistas:

Alas (Aire) de Cristina Martínez Carou (España)
Cáliz De Sangre de Ana Esmeralda Piña Recuento (España)
Circe (Los Óleos Del Tiempo) de Elaine Vilar Madruga (Cuba)
Días Después De Eleanor Rigby de Alexander Domínguez Poliakov (Cuba)
El Siniestro de Edgar Allan Garcia (Ecuador)
Estrella de Zullín Elejalde Macías (Cuba)
Iniciación de Cloty Corral Rubio (España)
La Jaula De Las Gorgonas de Juan Ángel Laguna Edroso (España)
La Presencia De Mi Destino de Juan Daniel Salica (Argentina)
Los Niños Olvidados de María L. Castejón (España)
Naufragio Del Ángel Coplero de Néstor Darío Figueiras (Argentina)
Nervios De Principiante de Jeffrey Álvarez Massón (Cuba)
Noche Y Mañana de Tapia Viviana Beatriz (Argentina)
Puerta A Otra Dimensión de Yolanda Consejo Vargas (México)
Zona Zero de David Benedicte (España)

Nuestro más sincero agradecimiento hacia la buena acogida que ha tenido el certamen un año más, ratificada por el número de participantes y la calidad de las obras presentadas. Nos vemos el próximo año en la 3ª edición de este certamen.

Gracias a todos.

Ricardo Acevedo Esplugas
Carmen Rosa Signes U.

Directores de la Revista Digital miNatura
San Juan de Moró a 1 de abril de 2010

[En las nubes]

[Miss Ticismo]








Las cosas no son mejores ni peores desde las alturas,
qué me vais a contar a mí. Medio centenar de nazarenos me pasea bajo nubes portadoras de lluvia y pienso en que quizá sea este el único acto de vanidad que me he permitido en la vida.

Desde lo alto de un crucifijo no hay mucho que descubrir. Os acabo mirando cara a cara. Como cada noche. Alrededor, hablan idiomas extraños. Mi delegada en el certamen sigue empeñada en que me haga una rinoplastia. ¿Qué quería? ¿Se entera ahora de que soy judío? «Tiene estilo, tiene clase, tiene naturalidad, es nada más que esto (le comenta al centurión romano señalando mi nariz). Es muy dulce, tiene un cuerpo muy mono y enseñándole a andar a lo mejor hubiésemos quedado de miedo».

Los gastos que garantizan una crucifixión en toda regla ascienden a 27.000 euros. Pago en negro riguroso que, en este tipo de concursos, es el color de moda. Descuento, eso sí, la sesión de fotos (fue suficiente con mostrarles la sábana santa) y los costes del traje regional (conservo aún la corona de espinas). El repaso de pómulos en el Instituto Médico de Nutrición, Cirugía y Estética corre a cuenta del mismo departamento que me ha subido al Calvario en un Fiat Stilo.

Y así, entre flashes y clavos punzantes, avanza la última procesión de la temporada. Los promotores se reparten, como es costumbre, mis harapos; uno coge las sandalias, otro el turbante, otro el cinturón, otro el manto. Sólo queda la túnica, que cortan en cuatro pedazos. Os miro desde la cruz a través de una cámara oculta y sonrío. La multitud se burla de mí (obtengo una cuota de pantalla del 49%).





«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», confieso (y, en este instante, acaricio a casi 4.228.000 espectadores).
Me rindo constantemente. Cansado, afligido, expuesto. Es lo que habéis venido a ver, ¿no? «Lo peor son las comidas (susurro ante la grabadora que hay camuflada en mi melena), siempre canapés, salvo en el almuerzo con el alcalde. Desde la Última Cena en casa de Elías Marcos no sé lo que es llevarse algo a la boca (miento)».


Cuidado conmigo,
soy el infiltrado
del que la gente
se aparta

cuando pasa
por miedo
a rozarse
con
Dios.

[Fucsia y blanco]



Mañana temprana. Casi sin proponérmelo, me asomo por la barandilla y miro satisfecho a través de las pantallas de seguridad.
Un Madrid narciso se besa el ombligo oculto bajo las nubes grises, ante la contemplación vigilante y atónita de un maniquí de escaparate.
Es como caminar por el fondo del mar.
Ningún atisbo de brisa.
Se lo han puesto verdaderamente difícil a los tres millones de suicidas que viven en esta ciudad, los técnicos del Ayuntamiento, con sus redes de metal policromado, el nuevo plan de acondicionamiento y toda esta mierda.
Tengo la certeza de que la ciudad ha cambiado radicalmente. Casi he pronunciado en voz alta mis pensamientos y mis labios se aprietan cerrando la boca.
Recorro las horas vividas desde que enterré a mi padre hace unos días en el cementerio de La Almudena y me parece que todo ha sido una alucinación perteneciente a otro hombre a quien no conozco, que está lejos, muerto.
Ahora dejaré que se haga la oscuridad...
¿Eh, pero qué coño estoy diciendo? ¿Ocurre algo?
¿Me ocurre algo? Nada en particular.
No se me ha pasado por la cabeza saltar abajo.
No, no, qué va: me digo, pero por tercera vez en esta mañana siento un escalofrío. Estoy en lo alto de la barandilla. Dando la espalda a la calle Bailén.
Ni una sola amonestación. Ni una amenaza. En este instante, con todo mi lápiz de labios y mi maquillaje, soy tan insensible como un fósil.
La pantalla es un rectángulo grisáceo, ligeramente manchado en la parte superior, que deja transparentar los contornos de los coches y de las cosas. Hacia esta pantalla dirigen su mirada ocho, qué digo, doce o incluso dieciséis personas que están paradas a derecha e izquierda del viaducto.
A mi lado, un fulano engalanado con el anorak rojo de Telepizza vuelve atrás la cabeza. Arrastra los pies, tropieza con la barandilla y se agarra el estómago. Después pone la mano delante de los ojos, sus dedos aprietan las sienes hasta mortificarlas, y en ese mismo instante, saltando al vacío, sortea la distancia que media entre cuerpo y sombra, entre límite y largura.
Puede perder el tiempo de este modo y de hecho ya lo tiene perdido, por delante.
¡Hua!... ¡Pflof!...; así es Madrid, una enorme ciudad extendida hacia todas partes.
Me doy por vencido.
Fernando, mi padre, el portero Basilio, este pizzero insensato, uno, dos, tres, ignoro por qué extraña razón, pero La Muerte sigue mis pasos, aguarda. Es como el rabo de una lagartija. No se puede estar quieta.
El chófer de la ambulancia se equivoca cuando dice que el repartidor de Telepizza ha muerto en medio de sufrimientos. Está tan equivocado como es posible estarlo.
No ha sufrido.
Está sereno, cómodo y sonríe; tras el impacto. Es la primera vez que le veo sonreír, al fulano del anorak.
¿Cómo puede estar sufriendo, entonces?




Aliviado, aunque no tranquilizado por completo, me abro paso entre el semicírculo de gente, (¡ay, qué susto!), hombres, mujeres,
¡buaah!... ¡buaaah!,
seguidos de un sollozo interminable; hago lo posible para pasar desapercibido. Quisiera encontrar una respuesta.
Saco un pitillo del paquete de tabaco..., y el mechero.
No queda ni gota de gas.
Llueve otra vez. Hace rato que llueve y ahora es agradable recibir la lluvia en pleno rostro. Un amplio gemido de sirena señala a los espectadores el fin de la fiesta y la calle se queda vacía, apenas turbada por el rumor de la fina llovizna. Los escaparates han desaparecido, uno tras otro, detrás de las puertas metálicas. Alta, lejana, la catedral.
Madrid tiene esta mañana, a la altura de los tejados, un tinte gris sobre una capa de niebla.
Entorno los ojos de modo que mis largas pestañas postizas emborronan todo cuanto no es de mi gusto.



Puerta de Toledo... Acacias... Pirámides... Marqués de Vadillo... Urgel... Oporto... Vista Alegre... Carabanchel... y, finalmente... Aluche. La línea 5 del metro es una vena embotada y sangrante de color verde manzana. Desde la esquina del vagón rebosante, la falda de gasa con estampado de serpiente y el jersey lleno de lamparones y el sujetador Sul Tuo Corpo descosido son el centro de todas las miradas. Llevo una carrera en los pantis por donde se cuela mi rodilla derecha.
Más no, por favor. No sé si podré.
Alzo los ojos y tardo un instante en corroborar la identidad de las miradas que, con su brillo enfermizo, no expresan ningún indicio de temor o sorpresa, sólo la resignación de un cierto abandono o la insolencia del sueño.
El fucsia y el blanco, juntos y bien revueltos: la receta con más éxito de la temporada.
Las cosas no pueden ir a peor.
Mamá. No sé por qué he pensado en ella. Después de ver volar al repartidor del Telepizza en su cielo de mozzarella, puedo aguantarlo todo. Todo menos la idea de volver a casa..., con la ropa de Ève. Me empiezan a doler los pies dentro de sus zapatos, llevo demasiado tiempo sin cambiar de postura.



Pasear vestido de mujer cuando las aceras están lavadas por la lluvia reciente es reconfortante, volverse al paso de una chica, detenerse en el mercado a contemplar las bombillas fundidas de un árbol navideño, estar en el centro de los recuerdos, entre el mar y las montañas, es vivir.
Al pasar cerca de las ventanas de un chino, el primer cliente, un gordo de cara roja y bigote negro, con la servilleta metida en el cuello de la camisa, me mira desde un cuenco con chop suey con sorpresa y temor y odio y suelta un grito de asombro, como si yo fuera la última persona que esperara ver y la última persona a la que querría ver.
Compro una manzana en un tenderete de fruta y muerdo con ansias no de hambre, sino como una afirmación de mi libertad. Mastico, conteniendo las lágrimas a duras penas, calle arriba.*

* Párrafos de 'Valium', novela con la que aprendí que para ser escritor había que pasar noches enteras pegado a una máquina de escribir. Dolía bastante sí, verse inmerso en aquel extraño desasosiego insomne y febril. Pero lo recuerdo ahora con eso que los lisboetas llaman 'saudade'. No lo sé. Será que tengo 40 años. 40. Ni uno más.

[Fanzineroso Pero Re-Limpio]

Regreso, de la mano del genial Luan Mart, a MonoGráfico, mi segunda casa. Llevaba más de 20 años sin pasarme por allí y, afortunadamente, todo sigue como el primer día, 'oyess'. Ahí van un módulo de publicidad de la bibliosa biblia y, además, dos minicuentos de contenido maxi. Merci beaucoup, Luan!





Extraídos de los números 143 y 144 de MONOGRAFICO.NET




[¿Principio y Fin?]


Que es por mi culpa que estoy hoy padeciendo mi suerte.
Duele mucho ser como soy, duele, duele vivir.
Antonio Machín



De algún modo, una mosca abochornada ha debido colarse de sopetón en el comedor de los Hernández, bzzzz..., zumba que te zumba, anda de zipizape aéreo, resbalando por encima de la mueca de gilipollas que se le ha quedado a doña Cándida.
Sobre la mesa camilla hay un plato con puré, dos croquetas de merluza y una manzana mordida.
También está la caja de leodines, vacía.
La mosca vuela, vuela, vuela por el comedor de los Hernández.

21:30 Sorpresa, sorpresa. Edición especial del espacio presentado por Isabel Gemio en la que se muestra el talento de presos de diferentes cárceles de España en distintas categorías artísticas, como baile regional, clásico y moderno, contorsionismo, magia, canción ligera y lírica e interpretación musical. Este concurso consta de diez entregas y se divide en dos etapas.
Dentro de la tele, el Sanyo, en diferido, Teodoro hace un número, el de las pompas de jabón.
Primero una pompa, luego otra, y otra con el humo de un cigarrillo adentro. Marlboro, el cigarro. Las pompas chocan y explotan. Queda el humo, la magia. Teodoro saluda. Aplausos.
Se aproxima a continuación el momento dedicado al ciego Panavisión.
—Hola, buenas noches. Voy a demostrarles que con el olfato puedo distinguir a una mujer de un hombre. Yo es que soy ciego. Me encerraron por un pecado de juventud. Los de la Once fueron, que me metieron aquí para que no les diese más la lata con el asunto del quiosco. También me dieron este traje que llevo. Es de Armani.
Luego, en vivo y en directo, sorpresa, sorpresa, Panavisión se masturba. Siempre con la mirada fija, mirando para dentro que es como miran los ciegos encandilados.
La culpa de todo esto es del pestazo, a Trésor de Lancôme, que despide la presentadora. Le Parfum Des Instants Précieux.
El público huye, espantado, del Estudio.
Panavisión no, él sigue a lo suyo.
Sin mirar a nadie o mirando para dentro, que viene a ser lo mismo.
Es de Armani, su traje nuevo.
Pero doña Cándida no atiende a la tele como solía hacer en vida, como cuando su hijo salía de juerga por las noches. No, no puede hacerlo. Porque está muerta.
Igual que su marido, el capitán de tercio de requetés don Teodoro Hernández.
Muerta.
Lo de la anciana han sido diez días repletos de llanto y pena, de chinchón y quina. Una sobredosis de leodines acabó con su condena, no hace más de dos horas.
Las mismas que lleva la mosca molestando al cadáver de la vieja.
Las moscas, siempre de negro pero es que no saben lo que es un luto.
A las moscas les encanta joder a los muertos, bzzzz...
Doña Cándida, antes de suicidarse tragándose un puñado de anfetas, se persignó frente al retrato de su marido, como todas las tardes, y comentó con él algo referente a los enemigos que nos acechan día y noche.
Después cenó en silencio; puré, croquetas y una manzana. Ay, ay, ay. Luego se tomó las pastillas, y se quedó dormida frente a la tele.
Su sueño es ahora el sueño de los justos. El sueño de Marilyn Monroe.
La suya, la de la vieja suicida, es otra bella historia. De amor.
Se cuenta sola.

Está la televisión encendida, sorpresa, sorpresa, está el cadáver de doña Cándida, sentado en una mecedora, y la mosca revoloteando alrededor de la pegajosa copa que aún contiene un fondo de quina Santa Catalina.
Fundido a negro, fúnebre y musical, y títulos de crédito.
Bzzzzz... *


* Capítulo final de 'Travolta tiene miedo a morir', novela corta con la que servidor se zambullía en las procelosas aguas editoriales, de la mano del maestro Paco Umbral (podéis pinchar en el último Bzzzzz... para certificarlo), allá por 1997. Ha llovido, sí. Es más, no han dejado de llover palabras desde aquel día.


[La Virgen De Los Becarios]





La primera
vez
que se apareció
La Virgen De Los Becarios
fue en tamaño
DINA-4
210x297
papel para imprimir en la oficina
mediante
una fotocopiadora
Hewlett Packard LaserJet 5000 N
XXerox WorkCentre Pro 428
y lo hizo

despaaaaaaaaaaaaaacio

como si quisiera
saciar así
brillando más que el sol
y sosteniendo entre sus manos
un rosario blanco
la inagotable sed de toner de alguno de los rabínicos muchachos.

Para su cuarto
estriptís espiritual
La Virgen De Los Becarios
prendió
en un haz de luz
credencial
y fidedigno
las llamas del infierno
repletas de personal auxiliar administrativo
ardiendo
entre grandes sufrimientos.




[El día que fui chico de portada]

En abc.es, ni más ni menos.
Que se vayan preparando en 'Interviú'.




Es curioso. Ocurre en el Día del Holocausto
y del aniversario de la liberación de Auschwitz.

Como dice un amiguete:

«Ojalá los millones de becarios y desempleados
vean la luz
a través de la polipoesía».



[Beca Guggenheim]




Tendieron
en su frente

alambre de espino
alambre viejo
oxidado rojo oscuro
una maraña de remiendos
y envolturas
y pinchos metálicos.

El pequeño Oskar
estaba
completamente
desnudo

y su cuerpo

rociado

con el contenido de un bote

de lubricante

que se había derramado.


Luego ya sólo

hubo cansancio

un cansancio tan grande

parecido a un pozo profundo

que los prisioneros creyeron que estaba inconsciente

mientras lo percibía todo

y se daba cuenta con asombrosa claridad

de que se estaba muriendo.


Entonces recordó

cosas aquel

niño becario que iba para kapo

cosas que

posiblemente

no le habían ocurrido nunca.


Nunca.


[K.O.]



Marciano nunca tuvo muy claro qué hacer en esta puta vida. ¿O era en la otra? Da igual. Su cabeza de hombre cabal quedó diseminada por cada ring frecuentado como prometedor púgil a lo largo de su maldita juventud. Noqueado en más de cien ocasiones, llegó a escribir de él algún cronista deportivo que sus sesos de encajador implacable se desperdigaron por toda Cuba a base de sucios izquierdazos y amargos knock-outs. Marciano despertó una noche bajo los efectos de una dimensión paralela, le costó incorporarse de la camilla de masajes tanto como si ya estuviese muerto y boqueó una frase ininteligible antes de lanzarse a vomitar una riada de sangre dulce y pálida. Marciano había resistido nueve infernales asaltos por una bolsa insignificante: doscientos pesos netos y el derecho a recibir asistencia médica con oscuras garantías. Por eso camina ahora sin rumbo por ese universo de locos que es La Habana. Marciano es la sombra de un peso welter resignada a reproducir estatuas tristes. Arrastra en su languidez unas espaldas tan castigadas que lo obligan a recogerse. Y esquiva los derechazos certeros que le envían desde el interior de su roto cerebro esos eternos aspirantes con mirada de esclavo loco. Ocurre en el ensordecedor griterío de un cuadrilátero de fábula. Al comienzo de una gran velada.


Paul Auster & Paul Auster


¿Sabían ustedes que Paul Auster no es Paul Auster, o sea, que hay dos Paul Auster pululando por ahí? Cuesta diferenciarlos, eso sí. Nacieron ambos en Newark, Nueva Jersey (EE.UU.), el mismo día y a la misma hora de hace 62 años. Miden cerca de 1,80 centímetros y, aparentemente, no hay nada que los distinga. Aparentemente. En realidad, el segundo trabaja para el primero, a sueldo de la editorial neoyorquina donde trabajan ambos. Y acude a recibir premios en su nombre y se ocupa de las entrevistas. Hoy está aquí, en León, recogiendo el premio Leteo en nombre del primero. Así me lo confesará en tan sólo unos segundos, a partir de la primera pregunta, la misma que están a punto de leer. Comparte este Paul Auster de pega con el ‘verdadero’ Paul Auster una mirada profunda, que parece ‘ficcionalizarlo’ todo a su paso. Y la misma voz áspera y modulada. Y las mismas buenas maneras de neoyorquino tenaz. Eso que en Brooklyn llaman ser cool y aquí no es más que casticismo ilustrado. Ambos, Paul Auster y su clon, beben té y fuman puritos holandeses (no en vano el primero escribió los guiones de Smoke y Blue in the face). El falso Paul Auster viaja, además, en compañía del clon de la imponente Siri Hustvedt, la mujer del escritor, también novelista. La doble de Siri es alta, rubia y permanece embutida en un costoso abrigo a las puertas del parador donde ambos están alojados. La historia parece digna del ‘verdadero’ Paul Auster. O de un relato de Stephen King. O de un episodio de Ley y orden. O de un capítulo de Expediente X. Juzguen ustedes. Yo me limito a apretar el rec.

[Reseña en el 'ABC']




Aquí queda esto. En el 'ABC', edición papel e internetera. Ni más ni menos. Y no me resisto a meter aquí, a cascoporro, el mensaje que me ha mandado un grandísimo colega al enterarse de la existencia de este pedazo de reseña. Ahí va:
Sí señor, mientras quede una llaga donde meter el teclado ahí estarás, haciendo amigos entre el gremio de almas de viento y pompas de jabón (pobre Hesse), provocando respingos entre la comunidad de lectores matutinos del ABC en todas las cafeterías Nebraska de este mundo y dejando a la judería internacional perpleja en sus bunkers de Tel Aviv y Manhattan, pensando que deberían sentirse ofendidos aunque no terminen de tener muy claro por qué.

En la segunda entrega que tanto ansío ver en formato pequeña joya literaria, les tocará a los playeros incondicionales, a los veraneantes sin papeles, a los escapistas urbanos y a los magos de Oz tras las cortinas. Para la tercera entrega, no descarto que los espíritus de Góngora y Quevedo hagan las paces y se vayan a recitar serventesios psicofónicos bajo tu balcón. Qué grandes momentos nos aguardan.

Enhorabuena, Bene, parece que la cosa sigue sonando. Y compartes párrafo con Adorno, eso no lo puede decir todo el mundo.

PD: Otro terrible dolor de cabeza el sábado. Sospecho ahora de las cervezas japonesas.


PPD: Te recuerdo que dijiste el viernes que tenías ya otra novela rondándote las meninges. A por ella, que estoy deseando volver a mi faceta de lector crítico.


PPPD: Y un abrazo.

Otro me ha venido con esto. Pues eso. Que no hay nada como los amigos para que maticen esas cosas que uno nunca ve. O que no quiere ver aunque las tenga delante, qué coño.

Enhorabuena a los premiados... Por cierto, ¿no te preocupa que tu libro guste tanto a la 'derecha'? Un abrazo desde la izquierda (dentro de lo de derechas que somos todos).




[Graham Bell Resurrection]





Otra de esas 'frikadas' que al pobre juntaletras le toca padecer.

¡Qué maravilloso es el mundo de la publicidad!

Aunque leído ahora, tiempo después, creo que la cosa tiene su gracia:


Mi nombre es Bell, Graham Bell, Alexander Graham Bell. Con equis, be y hache intercalada. Mi apellido os sonará por mis dotes de eminente logopeda. Aunque imagino que muchos me conoceréis porque fui precursor de la invención del teléfono. Repito: teléfono. También del telégrafo, del fotófono, del fonógrafo, de los hidroalas y del detector de metales.

¿Eh? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Las cosas me fueron más o menos bien hasta que una anemia perniciosa se cruzó en mi camino y me llevó dentro de un ataúd a seis metros bajo la falda de un monte en Nueva Escocia. Dejé una viuda y dos hijas, Elisa May y Marion, a las que nunca he vuelto a ver. Una historia que acojona un poco, ¿eh?

[¡Aaaaaaaaaamén!]

Tras el éxito de público, llega ahora el de crítica. Luis García Jambrina en el 'ABC de las Artes y las Letras'.
«He aquí un libro de poesía que consigue reflejar, de una manera distinta, la triste actualidad.»
Ahí es nada. Esta Biblia ilustrada se sale. ¿Que no?