[Hora De 'Desventuras']
[Odisea Cultural]
Sí, claro que soy el psicópata cañí que protagoniza Espanis Sico, pero como antes me tocó ser el Santa Claus yonqui que ingresa en una clínica de rehabilitación o el inmigrante magrebí que hace milagros en el barrio de Lavapiés (al grito de «¡Alá es grande, pero me muero de hambre!»). A mí también me toca ser Madame Bovary, como al bueno de Proust. E incluso voy más allá: soy también, como decía Umbral, «yo y mis metáforas», en vez de mis circunstancias. Son los gajes del oficio. Si lo pienso ahora, esta novela surge como forma de enmendarle la plana a Bret Easton Ellis, quien publicó su American Psycho hace la friolera de 31 años, que se dice pronto. Mi Espanis Sico es uno de esos libros que uno arrastra durante media vida hasta que saca fuerzas para ponerse con él.
[Conversación En La Catedral]
«El que es más ciego nos guía», como anunció, en su momento y entre versos afilados, Salvador Espriú. España. Es. Pa. Ña. Ese es el nombre del monstruo que más debería acojonarnos. Mucho más, incluso, que el psychokiller más iracundo que podamos imaginar en nuestra peor noche de insomnio. De hecho, lo más monstruoso del protagonista de Espanis Sico no es su querencia para rematar a sus semejantes de una manera virulenta, sino la variada, ponzoñosa y peculiar fauna con que se topa en cuanto decide salir de su casa. El vecindario. La comunidad. Yo creo que hay mucho más terror en cualquier junta de vecinos de nuestro amado país que en Saw III. Más psicópatas sí que acuden, desde luego. Lo que ocurre es que viven solapándose unos con otros. Se encubren. Mantienen un orden natural de las cosas. Defienden sus intereses. España es un país repleto de mass murders desde antes de que Goya retratase a un par de ellos machacándose a garrotazos. El mismo Cervantes lo vislumbró, en plena Contrarreforma, y por eso en El Quijote anticipa todo lo monstruoso que estaba por llegar.
https://casabukowski.com/entrevistas/conversacion-con-david-benedicte-para-casa-bukowski/
[España Fea]
Un lúcido ensayo analiza las causas del deterioro y la destrucción del variopinto paisaje español, especialmente en zonas costeras, aunque también en pueblos y ciudades del interior, sin olvidar los desmanes cometidos en lo que hoy se conoce como España vaciada. ¿Por qué no existe en nuestro país un observatorio del Litoral como el francés? ¿Por qué en 1967 habíamos catalogado más de “mil pueblos bonitos” y ahora no quedan ni cien? Estas y otras cuestiones hallan respuesta entre sus páginas. Se ruega leer con los ojos muy abiertos.
Su título apenas deja lugar a dudas: España fea. Aunque, por si así sucediese, va acompañado de un subtítulo, escueto y demoledor, que sirve para confirmar lo obvio: El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia. Y lo cierto es que pocas veces se topa uno con ensayos cuyas páginas, 440 en total, mantienen el nivel de tan acertado título.