[ConVencimiento]




También yo soy de esos que piensan que si a una
biblia
le quitas los derramamientos

de sangre
de vino
o de santidad

y los milagros

como el de los peces
como el de las bodas
o como el de los fiambres revividos

lo que te queda es un relato de Raymond Carver.

En la 'columnita' de Umbral








¡Alto!,
lo mejor es que se llegue este lindo columnista hasta las paredes de la Real Cosa de la Lengua del tal García de la Concha para, después de comprobar si han izado la bandera, echar una meada académica y de color burdeos, con esdrújulo chorro sobre los altos muros de la patria nuestra, cosa que hará encantado e impelido por el feroz recuerdo de algo o de alguien.









Monina D'or

La realidad...




«El modelo de la foto soy yo. Tenía la imagen en la cabeza y un día me decidí y, gracias al autotemporizador, me saqué esta instantánea, con el propósito de saber si soy capaz de crear una imagen publicitaria con mis propios medios.»

IKER AZKOITIA ANTÓN. 19 AÑOS. LEIOA (VIZCAYA)








... y la ficción


No nos permiten envejecer en esta ciudad; estropearnos penas, pero a cambio sí que nos otorgan un don, el de la belleza eterna, en pago a tan sádica determinación (y aquí, dando ejemplo, me tienen: ¡soy el de la foto adjunta!). Imaginen ahora, por favor, si es que pueden, un lugar sin arrugas en el que nadie pueda contemplar frente a un espejo los arañazos que todo calendario inflige a los ancianos. ¿Lo tienen? Pues eso es Monina d´Or. La capital de provincias en la que todos, desde su abotoxizado donjuán oficial hasta El Mismísimo (Nuestro Señor Dorian Gray), todos digo, hombres, mujeres, niños, perros, gatos, vivimos para gustar (y ser degustados). Es por eso por lo que, en el fondo, soñamos con ser feos. Yo mismo daría mi crema hidratante por contar con motivos de sobra para entrar en un quirófano en pos de una rinoplastia. Me paso las horas muertas imaginando que un día, de la noche a la mañana, mis abdominales transmutan en barriga cervecera o mi cabellera, en alopécica pampa. Me va la vida en ser feo, pavorosamente feo; deforme, gordo, desdentado, narigudo; feo; y estoy dispuesto a cualquier cosa con tal de serlo. Lo intento hoy con un método nuevo. Confío en que dé resultado. El centrifugado va aparte.



[LifeGuard]




La Poesía *
salva vidas

a mí
hubo un tiempo
en que me salvó la vida
cada media hora

flotador
de papel mojado
lo sé

pero insumergible
y efectivo


así empezó lo mío
con la Poesía
quiero decir
cuando yo era eso
insoportable
que es una joven decrépita promesa
y ella una reina prejubilada

sin embargo
esa misma Poesía
en su peor vertiente
resulta pétrea
jactanciosa
ñoña
criminal
con una elegancia
de época
más que de familia
o propietario
similar a unos zapatos
de hormigón armado
y lo mismo puede hacerla
Benjamín Prado
que Joaquín Sabina
Benjamín Sabina
que Joaquín Prado.

* Poética publicada en La bolsa de pipas. Número 72. Pertenece al poemario Maremágnum 44. De próxima aparición.


¡Marchando un Panero con Aceitunas!


A tu 'salut', Gassó.



A estudiantes de periodismo, fanáticos
de la interviú y lectores en general: entrevistar a Leopoldo María Panero requiere armarse de paciencia. Diríjanse en primer lugar al Hospital Psiquiátrico de Tafira, en Las Palmas de Gran Canaria y, una vez allí, prepárense para una experiencia que tardarán en olvidar. Pasen de puntillas por su discurso inconexo hasta caer agotados. Eso sí, eviten los silencios prolongados. Podrían perderse en ellos. Apuesten a ganar. Mírenlo a los ojos. Búsquenle hasta atisbar al ser humano que vive agazapado en la neura, buscándole rimas al shock.
Estremézcanse.

'Mujer Hoy'

De poeta-periodista a poeta-periodista

Hace algunos años, la palabra "becario-a" tenía una cierta dignidad. E incluso algún aire festivo. El DRAE la definía como "persona que disfruta de una beca para estudios". Obsérvese el verbo "disfruta". Hoy, la palabra "becario-a" es sinónimo de "pringao". Y de disfrutar, nada de nada. Ni siquiera siendo masoquista. Sin embargo, hay cosas peores. Por ejemplo los campos de concentración nazis.

Ya se sabe que el ejercicio del periodismo es hoy el campo de concentración perfecto para becarios recién salidos de las facultades.

Un periodista y novelista llamado desvergonzadamente David Benedicte, que en realidad es un seudónimo pleonásmico, juntando el David bíblico de los Salmos con el Benedicte de la Vulgata latina, ha urdido un poemario sorprendente: becarios, marxistas teóricos, biblias, campos de concentración, empresas capitalistas y terminologías callejeras que se mezclan y enredan con inmensas ternuras y alguna mala leche. Y como actor-testigo, el misterioso Oskar paseando su tambor de hojalata. La combinación es explosiva y explota en poemas y dibujos de alta tensión disimulada. He aquí un poemario distinto a lo habitual. Un poemario que hubiera sido imposible si David Benedicte no fuera periodista. Es decir, si no estuviera tan bien pertrechado de sensibilidad sociopoética o como se quiera llamar a esa cualidad que redime al hombre y al poeta de cualquier egoísmo o de cualquier brutalidad.

En la eterna cantinela de la división entre textos periodísticos y textos literarios, y no digamos entre artículos de periódico y poemas, se olvida uno de los más curiosos fenómenos de la prensa española de siempre: la presencia permanente de poemas periodísticos. Digo permanente y acaso, y por desgracia, diga mal: hace unos días que ha muerto el último periodista español que cultivaba diariamente el género. Firmaba como "conde Ansúrez" en su diaria colaboración en El Norte de Castilla. Se llamaba Félix Antonio González.

Aclaremos que la expresión "poemas periodísticos" no quiere decir poemas publicados en los periódicos. Ya se sabe que un periódico lo aguanta todo, hasta la poesía. "Poemas periodísticos" significa textos periodísticos en forma de poema, tan deudores de la temporalidad de la noticia como de la eternidad de la poesía. Casi nada.

La cosa empezó en los mismos albores del periodismo, en el siglo XVIII, con la pintoresca figura del clérigo Francisco Gregorio de Salas, que puso en verso para los periódicos todo lo "ponible", es decir, todo. Ilustres literatos y periodistas del XIX, como Manuel Bretón de los Herreros o Manuel del Palacio, siguieron la broma que inundó luego el siglo XX y está difuminándose, desapareciendo en el XXI. Será por la crisis.

David Benedicte no cabe en esta nómina, porque, que yo sepa, no ha publicado versos periodísticos en los periódicos. Pertenece a una nómina nueva que todavía tiene escasos cultivadores. David Benedicte es el más reluciente, escandaloso, lúcido e inspirado. La nómina de quienes ejercen el periodismo con todas las consecuencias sin abdicar de la virtud de manejar el lenguaje con arte y de sentir y manifestar el cosquilleo inefable de la poesía ampliando sus, a veces, estrechos márgenes estéticos.

David ha escrito unos poemas que, entre el humor, la ternura, el ingenio, la pasión, la denuncia y el sarcasmo comprometen al lector de una manera insólita porque ya no basta, no, no basta recrearse en la suerte, relamerse el almíbar que destilan las bellas palabras, ni siquiera sumergirse en la sorpresa del misterio o rechazar con ira estética las salidas de tono o el arcaico prosaísmo. ¿Qué queda, pues, al lector interesado en la poesía habitual? Le queda entrar al trapo, entrar en un ámbito nuevo que abre ante sus entendederas un poeta-periodista que no renuncia a ninguno de sus atributos pero tampoco echa de menos el suplemento semanal para horadar de noticias sorprendentes y tan viejas como el mundo, es decir, jovencísimas, la mente y el corazón de los lectores. El sostenido y oscuro arpegio del becario marxista alimentado de ciruelas verdes en la huerta insoportable de cualquier campo de concentración (desde la Alemania nazi hasta la Unión Soviética) o de alguna empresa capitalista, que viene a ser lo mismo (de los USA a la UE), donde hay que unir al hambre las ganas de comer, se ve atravesado, a ráfagas, por palabras como golpes de luz del siguiente tenor:

Cuando cierro los ojos, todo lo que veo es mío

o

Cuánta responsabilidad es estar muerto

Los poemas de David son multiuso, plurivisión y rigurosamente fieles a su título: Biblia ilustrada para becarios. Son como mínimos relatos engarzados en violencias empresariales con salidas de urgencia o de emergencia hacia el humor y la ternura. Relatos ilustrados de sombras y líneas, como la vida misma. Lo que pasa es que la vida misma es pocas veces percibida con la cruel veracidad a la que obligan la lucidez y el desgarro del observador que observa, no solo mira, todos los ombligos, empezando por el propio.

Y al final, sólo nos salva el humor.

GRACIAS, DAVID.



Bernardino M. Hernando


Así que quieres ser escritor, ¿eh?



Coincidencias. Son curiosas las coincidencias. Las casualidades. Tienen algo mágico. Tanto, que a veces nos vemos obligados a aprender, a nuestro pesar, a convivir con ellas. Con algunas no sabes si echarte a reír o a llorar. Esta misma. Una coincidencia de las que impresionan al más pintado. Hace 20 años, que se dice pronto, Bernardino M. Hernando, el mejor profesor y uno de los poetas más íntegros que he conocido nunca, me daba clases de Redacción Periodística en la Facultad. 20 años. Mal pinta la cosa cuando empieza a hacer 20 años de casi todo. Pero hay más. Allí coincidí, aparte de otros que hoy pululan por aquí, con Ana, la mujer de mi vida, la mujer a la que amo y por la que ahora mismo estoy sentado aquí mientras trato de explicar el porqué, el cuándo y el cómo del libro que presentamos hoy. Esta Biblia ilustrada para becarios.

Coincidencias. Me gustaría acertar esta noche con una definición de Poesía que valiese para todos. Como que la Poesía, la buena Poesía, consiste en levantar, con las palabras, un cúmulo de coincidencias. O que el poeta, el buen poeta, es un experto en coincidencias. Pero no me atrevo. Porque no sé, en primer lugar, lo que es la Poesía. Sé que tiene que ver con coincidencias. Como la que me llevó a toparme, hace ya algún tiempo, con un poema como este de Charles Bukowski. Se llama Así que quieres ser escritor, ¿eh?, y desde luego que a mí, el día que me encontré con él, me dio qué pensar. Dice así:

Si no brota de ti a borbotones a pesar de todo, ni lo intentes. A menos que te salga por voluntad propia del corazón y la mente y la boca y las entrañas, ni lo intentes. Si tienes que permanecer horas sentado mirando la pantalla del ordenador o encorvado sobre la máquina de escribir en busca de palabras, ni lo intentes. Si lo haces por dinero o la fama, ni lo intentes. Si lo haces porque quieres mujeres en la cama, ni lo intentes. Si tienes que sentarte y rehacerlo una y otra vez, ni lo intentes. Si quieres escribir como algún otro, olvídalo. Si tienes que esperar a que salga de ti con un rugido, entonces espera tranquilo. Si no llega a salir de ti con un rugido, dedícate a otra cosa. Si primero se lo tienes que leer a tu esposa o a tu novia o a tu novio a tus padres o quienquiera que sea, no estás preparado. No seas como tantos otros escritores, no seas como tantos miles de personas que se llaman escritores, no seas soso, aburrido y pretencioso, no te dejes consumir por el narcisismo. Las bibliotecas del mundo se han dormido de aburrimiento con los de tu calaña. No lo empeores. Ni lo intentes. A menos que te salga del alma como un cohete, a menos que creas que la inactividad te llevaría a la locura o al suicidio o al asesinato, ni lo intentes.


En mi caso, este libro, brotó a borbotones. Y lo hizo el día en que se me apareció, en plena noche, el niño de la portada del poemario. Este pequeñajo al que, no sé por qué, acabé llamando Oskar. Se me apareció así, de repente, años después de haber visto su foto, tomada en el gueto polaco de Lodz por un fotógrafo llamado Henryk Ross, en las páginas de Cultura de un periódico. Se plantó este heraldo niño, como un ángel de la muerte, en mitad de mi sueño para decirme: «Cuenta mi historia». Y yo, que estoy muy bien educado y soy incapaz de desairar a un niño, me puse a contar la historia de este pequeño Oskar, protagonista de esta curiosa biblia en la que acaba encarnando el terror de los becarios, algo parecido al Mal y al Capital que vitoreaba la Bruja Averías de nuestra infancia. Todos poemas en los que aparece Oskar se llaman Beca Guggenheim. Uno de ellos dice así:

Tendieron en su frente alambre de espino. Alambre viejo. Oxidado. Rojo oscuro. Una maraña de remiendos y envolturas y pinchos metálicos. El pequeño Oskar estaba completamente desnudo y su cuerpo rociado con el contenido de un bote de lubricante que se había derramado. Luego ya sólo hubo cansancio. Un cansancio tan grande, parecido a un pozo profundo, que los prisioneros creyeron que estaba inconsciente mientras lo percibía todo y se daba cuenta con asombrosa claridad de que se estaba muriendo. Entonces recordó cosas aquel niño becario que iba para kapo. Cosas que, posiblemente, no le habían ocurrido nunca. Nunca.

Coincidencias. Va a ser cierto, al final, eso de que el poeta es un experto en ellas. Os aseguro que fue empezar a escribir este poemario y comenzar la crisis laboral que hoy nos agobia y nos tiene a todos, sin excepción, a un paso de la cola del Inem. La buena Poesía, en mi opinión, ha de ser, o hacerse, aquí y ahora. En mi caso, yo he tratado de crear una parábola entre los campos de concentración nazis y los horrores de la precariedad laboral, los ERE y el paro actuales. Por eso se advierte en la contraportada de que esta Biblia ilustrada... hará las delicias de oficinistas, jefes de sección, secretarias, directores de recursos humanos, miembros de comités de empresa, opositores políticos, judíos, gitanos, homosexuales y prisioneros de guerra. Un gran libro para toda la familia. Y por eso hay poemas como éste: Junta de accionistas. Ahí va:

Aquí estamos otra vez ensombrecidos por la oscuridad del cielo negro de Brandeburgo. Venimos agrupados de dos en dos. La eterna pareja hombre-hombre. Surgimos de la nada que rodea las verjas de este lugar. La Muerte nos arrastra sobre la grava a docenas. O a cientos o a miles. Somos demasiado numerosos como para contarnos. Motivo por el cual atravesamos el amplio arco de entrada de esta oficina estrechamente apiñados. Como un único cuerpo que ha caído muy bajo y tristes al caminar nos consolamos.

Nuestra ansiedad ahora grita solitaria como algo que obecece y permanece callada. Nos incorporamos como asustados. Estamos muy delgados y vamos vestidos a la moda. Se nos ve tranquilos a todos se nos ve tranquilos y esa tranquilidad es lo importante. Logramos oír, afinando el oído, débiles gemidos. Qué vulnerables parecemos. Sin embargo, no sentimos dolor. No sentimos nada pese a que tenemos un motivo de queja. La melancolía. Aquí estamos otra vez, yendo y viniendo. Nos contemplamos muy despacio con cierto afán. Como si lo nuestro fuera un reencuentro al cabo de los años. ¡Continuemos con los pasos y con las palabras! Viviríamos, sí, mañana mismo, en cualquier sitio a las afueras. En cualquier sitio. Menos aquí. En Sachsenhausen.



La vuelta a 'El Mundo.es'

¡El trabajo os hará 'libros'! ¡Ahí es ná!

Y un módulo en 'MonoGráfico':

Van a llevar 'La Razón'











Y en su web.



Noche de 'Viernes 13'

Presentación
'Biblia ilustrada para becarios'.

Café Libertad (calle Libertad, 8).
Madrid.
Viernes 13 de noviembre.
A partir de las 19:30 horas.

¡Os esperamos!

[El empleado del mes]



No los creí.

Pero me convencieron
invitándome
gozosos
a matar a un novio
lacónico y feo
a horadar la lluvia
a violentar novicias sin freno
o sin frenillo
a tergiversar
en actos públicos
arduas nociones de Estado
a reventar
acariciándolos
los globos oculares de la gente joven
y desarrollé así
en el minuto siguiente
una vertiginosa actividad.

Sané los cólicos
renales
de las chachas filipinas
me impulsé a la búsqueda
incontinente
de nuevos sabores
presioné una y otra vez
el botón del encendido
anuncié el otoño
salpiqué a todo aquel
que se encontraba
al alcance de las salsas.

Pregunté entonces
una y otra vez
cuál era mi cometido:
y me dijeron que era Esclavo De Las Cámaras de Gas.