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Fue Bill Clinton quien dijo que nada tan hermoso como el atardecer ‘granaíno’, cuando un sol malherido acaricia la Alhambra, desde San Nicolás. Está claro que, con Lewinsky o sin ella, el ex nunca visitó a Enrique Morente [Granada, 1942], cuya terraza queda a un paso del paraíso nazarí. El Albaicín, barrio donde hay gallos anarquistas que cantan a media tarde, se desplega a sus pies. Llevo un rato aquí sentado, junto con el cantaor, bebiendo una cerveza llamada Alhambra que provoca redundante esplendor, y creo que Bill se equivocó. Lo realmente hermoso, señor Clinton, debe ser el amanecer ‘granaíno’, tras una ‘jartá’ de cante y Alhambra fresquita, desde la terraza de Morente. Con Morente.