En esta ocasión nos sumergimos en un mar de versos con orientación cinematográfica-televisiva. Buena escusa para torpedear los bajos fondos de la ironía, del sarcasmo y la crítica mordaz... tal y como harían unos actualizados hermanos Marx, cuyos personajes escampan por el libro sin cortapisas y con toda la libertad para moverse y arrear mamporros a diestro y siniestro.
Todo ello no quita un ápice de poción poética, de intensidad lingüística, de metáforas y filigranas verbales con las que los poemas aquí representados se disputan el trono de hierro de los elegidos.
Difícil tarea escoger entre largos poemas infectados de personajes y situaciones, y escuálidos mono-versos que sentencian, lapidan y concretan.
Este mundo que nos dibuja David está habitado de personajes reales e imaginarios, pero nunca, jamás, seríamos capaces de diferenciarlos... están vivos, laten sus corazones de versos entroncados, nos llaman desde el interior cosmopolita del poema, y nos alcanzan sus mundos desbaratados, sorprendentes.
Leer "Poemarx"es un ejercicio devastador para algunas neuronas, iluminado para mentes abiertas, una locura que agradecemos y es bienvenida a la poesía del siglo XXI... aunque a mí me recuerda algo al Quevedo más mordaz (salvando las distancias temporales y formales) y al Harpo más caótico y desvergonzado.
"ADENTRO la luz es la misma; siempre" Termina sentenciando este libro de poesía con mayúsculas.
Bienvenida esta luz oscura que ilumina calles sin farolas, asientos de cine de verano y pantallas de televisor de todos los salones del mundo.