[Pazz Entre Amigos]



Diríase que está confeccionado con rasca de la sierra, con brisa de mar, con sumo cuidado, con ganas de meter la llaga en el ojo y que quede libre el dedo para señalar.

Más bien diría que es un agradable condimento para la ensalada del verbo reír, hilo y dedal para denunciar, por eso tiene esa mezcla de mirada tierna y entrecejo de asesino que tan poco les gusta a los acomodados en el poder, que tanta inquietud convoca a los poltroneros canonizados por el sistema capitalista, esa mirada de cuarto creciente menguante morro a lo Mohamed Alí caido en la lona que era capaz de decirle al juez... SI SIGUES CONTANDO, EN CUANTO ME LEVANTE SE ME VA A ESCAPAR UNA HOSTIA. Pues eso.

La Poesía es un túnel atravesado por personajes, personas -bueno, también se cuela alguna mofeta disfrazada de vaca sagrada para darle calor al debate, que si no esto es muy aburrido-, pero no es aburrido con David Benedicte, simpático maligno donde los haya.

David posee una moral imperecedera, moral me refiero a moral, como un abanico que agita incansable. ¡Escúchenle! 

David, ¡¿qué puedo contarles de David?! Lo primero, que se llama como mi hijo, aunque éste sea como un hermano; lo segundo, que se llama también igual que Trashumante, ya me dirán ustedes si esto no es persecución o qué leches es, Davd, pues... pues que me excita, me excita mogollón, a ver,, menos risitas entre el público que os he visto...

El Papa Benedicte es el mayor experto en desatascar desagües poéticos que conozco, primero los desatasca y luego los vuelve a dejar como estaban, el puto amo desholllinador de los mil enigmáticos interrogantes que nos acontecen y pasan delante de nuestras narices y no los vemos, pues va él y los ve el muy jodido, tenga cuidado, tengan cuidado que como se descuiden les roba el cuponazo de los pesares y la desgana en un pis pas.

Yo confío en su palabra (oremos), confío en su palabra desde que le conocí hace dos años en La Barraca de Alzira, en casa de Antonio Martínez i Ferrer (ausente), confío en los descosidos que provoca leyéndole, escuchándole, es un cabronazo porque yo quisiera tener esa imaginación, pero nada, si quiero jadear ya si eso miro los anuncios de masajes y maduras y momias que ofrecen final feliz.

Final feliz, más o menos como acabarán ustedes esta tarde de cementerios, santa claus sulas me las sudan y herejes obsesivos en ser sirenas, a este amigo admirado, maestro de verso venenoso muerte súbita, tan dispar en su discurso, tan cercano a la hora de nadar entre los pecados más sublimes de esta sociedad traidora con los sueños, a Benedicte le contemplan jugosas protuberancias, aquí no hay goteras ni socavones, a este poeta lo que le va es asaltar trincheras, tocadores, esterillas de playa o tumbas prefabricadas, meterles la escopeta por el recto a los que nos disparan, a los que nos venden la puta moto (que desde que tengo uso de razón la están vendiendo y no hay forma de que alguien le pegue fuego ya), a David le gustan poco los panfletos y mucho bailar en el alambre, aplica al lector o al oyente el noviciado de la locura del delirio, devolver con su escritura la dignidad tanto a compromiso como a la sonrisa.

Buena falta nos hace.

Tan necesarios son estos pálpitos, tan necesarios.

Les dejo con David Benedicte, que yo ya me he columpiado lo suficiente.

Gracias.

Texto leído por Javier Gm como presentación de mi recital en el Kaf Café valenciano. 

¡Un honor, maestro!