[Pessoa A Todo Gas]

 

[Texto de Manuel Moya] Traigo aquí un poema de Pessoa /Campos titulado "Al volante del Chevrolet por la carretera hacia Sintra", escrito en mayo de 1928, poco después de "Estanco". Habla de muchas cosas, como la prestada existencia, lo que tiene la vida de ilusión, de sueño, de cosa mentale. En él Pessoa, como hiciera en "Estanco", juega con la realidad y la consciencia que tenemos de ella y mezcla los elementos de una en el otro, como si fueran resquicios por donde una penetra en la otra y viceversa. La ilustración, cómo no, de Ricardo Ranz. La trad es mía.

Al volante del Chevrolet por la carretera hacia Sintra,
bajo la luna y el sueño, en la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y me parece un poco,
o me esfuerzo un poco para que me parezca
que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin encontrar una Lisboa a mis espaldas o una Sintra por llegar,
que sigo sin saber por qué seguir sino tan sólo en no poder dejar de hacerlo.

Voy a pasar la noche en Sintra porque no puedo pasarla en Lisboa,
pero cuando llegue a Sintra, me apenará no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin raíz, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta angustia excesiva del espíritu por nada,
en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida...

Maleable a los movimientos subconscientes del volante,
se agita debajo de mí, conmigo, el automóvil prestado.
Sonrío del símbolo al pensar en él y al torcer a la derecha.
¡Sobre cuántas cosas prestadas me muevo por el mundo!
¡Cuántas cosas prestadas conduzco como si fueran mías!
¡Cuánto de lo que me prestaron, ay de mí, soy yo mismo!

A la izquierda la casucha, sí, la casucha, al pie de la carretera,
a la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil que hasta hace poco parecía liberarme,
es ahora algo en lo que estoy encerrado,
que sólo puedo conducir al encerrarme en él,
que sólo puedo dominar si me incluyo en él, si él me incluye en sí mismo.

A la izquierda, mirando por el retrovisor, la modesta casucha, incluso más que modesta,
la vida allí debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha, imaginará: ése sí que tiene que ser feliz,
tal vez para el niño apoyado contra los cristales de la ventana del piso de arriba
he sido (aunque con el automóvil prestado) como un sueño, un hada real,
y tal vez para la muchachita que miró, al oír el coche, desde la ventana de la cocina
en el piso de abajo,
soy algo así como un príncipe en su eterno corazón de muchachita
y ella me mirará de soslayo, tras los cristales, hasta la curva donde me he perdido.
¿Dejaré sueños tras de mí, o será el automóvil quien los deja?
¿Yo, conductor del coche prestado o el coche prestado que conduzco?

En la carretera de Sintra bajo la luna, en la tristeza, frente a los campos y la noche
conduciendo el Chevrolet prestado desconsoladamente,
me pierdo en la carretera futura, me diluyo en la distancia que alcanzo
y en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible
acelero...
Pero mi corazón se quedó en el montón de piedras, mientras me desvié al verlo sin estar viéndolo
junto a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho
mi corazón más humano que yo y más exacto que la vida.

En la carretera de Sintra, cerca ya de la media noche, bajo la luna, al volante,
en la carretera de Sintra, qué cansancio el de la pobre imaginación,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí...