Pues va a ser muy cierto eso de que aquel tipo que decidió de manera unilateral denominar Tierra a nuestro planeta andaba sobradamente equivocado. O en las nubes. Hubiese bastando con alejarse un poco para tomar una prudente distancia (hasta ascender a esas mismas nubes) con el fin de comprobar que nada menos que en dos tercios de su superficie fluye el líquido elemento y lo hace a través de mares, lagos, cañerías o ríos. Arthur C. Clarke, el escritor británico a quien debemos 2001: Una odisea del espacio, acertó de pleno cuando dijo: “Qué inapropiado llamar a este planeta Tierra cuando es claramente un Océano”. Pues eso.
Que tal cita, propia de un genio (muy pocos estarán en desacuerdo), sirve de epígrafe para la introducción de este Planeta Océano. Las expediciones que descubrieron el mundo, de Javier Peláez, que acaba de publicar Crítica y ya se ha convertido en obra de referencia para quienes soñábamos con la idea de añadir a la balda marítima de nuestra surtida biblioteca una historia de la navegación. Eso sí, tan completa como didáctica, novedosa y apasionante.
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