Que la vida iba en serio, ya nos lo advirtió aquel poeta barcelonés que quiso ser poema tras repartir su biografía entre versos blancos y un empleo en la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Sin embargo, esa misma vida que uno empieza a comprender más tarde puede ser mucho más divertida de lo que creía Jaime Gil de Biedma. Sobre todo si se disfruta cuesta abajo y sobre el sillín de una bicicleta. Que se lo digan, si no, a Martin Guillaume.
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