[Refugees Welcome]
Ya no les permiten volver. Cuando
se fueron, dejaron cerradas las puertas sobre los mapas. Al salir de sus casas,
echaron doble vuelta a la llave y empezaron a caminar al compás ubérrimo de la
derrota. Maldiciendo entre dientes. Dejando atrás, desatendidas, las zanjas
removidas de sus huertos. Desmemoriándose, sucumbiendo. Retumbando sus miedos
palpitantes, cubiertos con sacos.
Nadie aguarda
ya su regreso. Pueden ser abogados, electricistas, banqueros, médicos. Pero son
sólo refugiados. Su epitafio es el editorial del periódico de ayer. Provienen
del asombro celeste de los niños enjaulados. Sus párpados son de cera. Y caen
sin gloria, lo mismo que los pobres.
Por eso han
vuelto a desaparecer, sin motivo aparente, de la actualidad.
Porque, según
los jefes de Gobierno de la UE, son un conflicto que huye de otros conflictos.
Nadie aguarda ya su llegada. Ni que
regresen a su hogar. Cuanto más pienso en ello, más me convenzo de que este es
el motivo por el que, mientras recorren Europa en busca de una vida, miran
siempre más allá del lugar donde llega nuestra vista. Ellos saben bien que, en
el fondo, lo más importante es hacer lo que no se puede hacer, cruzar
fronteras, mostrar a las cámaras sus manos huecas, alejarse del fuego, burlar a
la muerte, sobrevivir, ¡aquí y ahora!
“Refugees Welcome”. Retiran las
pancartas de bienvenida al refugiado que cuelgan de las azoteas de algunos
edificios públicos -macroayuntamiento incluido- de Madrid. Ahora que ya casi
están aquí –llegarán, previsiblemente, a partir de noviembre-, no les parece
una buena idea que sepamos han venido. Son, oficialmente, molestos. Del viejo
Madrid del “No pasarán” al acceso de burda compasión administrativa del “Refugees Welcome”, hay trecho.
Siguen aquí.
Nuestras fuerzas vivas. Más vivitas -y coleando- que nunca. Algunas, hasta se
dan golpes con el puño en las medallas y crucifijos del pecho. Tratan de
recuperar el tiempo perdido. “¿Los refugiados son trigo limpio?”, se pregunta
el arzobispo de Valencia. “La amenaza está ahí y no sabemos si todos los que
vienen tienen la calidad humana que nos gustaría”, le responde un general. Y
así hasta la náusea.
Mientras
tanto, muchos ciudadanos desconocemos el origen o la calidad humana de nuestros
máximos responsables eclesiásticos o policiales, pero nos aguantamos.
Quizá porque
pensamos en Europa no como una etapa de aprovisionamiento de fondos, sino en el
futuro.
Y es que la
mayor riqueza que traen consigo los refugiados no es transportable en arcones.
Ni puede ingresarse en cuenta corriente.
Posted by
Letradicto