[1.280 Ray-Ban para la ceguera]


David Benedicte es, sin duda, una de las voces con mayor fuerza y personalidad de la poesía crítica española actual. Y, una vez más, con este nuevo poemario, Maremágnum 44 –como ya hizo con el primero, Biblia ilustrada para becarios (Isla Varia 2009)–, demuestra que su obra es el fruto de una poética meditada, en la que cada libro es un todo orgánico y unitario, y no una mera amalgama o adosamiento de poemas, sin unidad ni hilo conductor que los explique; y en la que el objeto y el motivo poético es todo lo que somos, lo que nos constituye y lo que nos construye, absolutamente todo, cada elemento de la realidad dada, observada o vivida, sin límite alguno; sea un espacio en blanco o el tamaño tipográfico de las fuentes utilizadas, o la repetición seriada y el juego con esos mismos tipos y letras; o una día cualquiera de playa –en cualquier mar–, o la palabra 'gilipollas', o la disposición gráfica de los elementos; o la íntima sospecha de que la vida entera puede carecer de sentido, o la ternura que despierta en nosotros la inocencia de nuestros hijos, o esa misma inocencia despedazada, o la presencia de la muerte, o su inminencia, o la irrenunciable inclinación hacia el ridículo o hacia el enamoramiento –que viene a ser lo mismo–; o la fealdad, o la belleza, o la estupidez, o la inquietante maldad de los criminales que nos gobiernan, o la inquietante maldad de los imbéciles que somos gobernados, o el sufrimiento de todos, o el efecto mágico de la poesía en un hortera redomado como Flavio Briatore, y en sus Ray-Ban, o la propia palabra 'Ray-Ban', o el entero mercado de las marcas falsas, pirateadas por los chinos; o un chulito de piscina, o la verdad, o la mentira, o la mentira impostada de verdad, o la verdad impostada de mentira, o un buen cubata, o un mal chiste, o un genial juego de palabras, o el sudor pegajoso típicamente playero, o esa adolescente abrasada en topless, o Gloria Fuertes convertida en niña de El Exorcista, o el verso, o la prosa, o la salmonela de los chiringuitos, o los propios infectos chiringuitos, o las arrugas de las abuelas ilustradas que se bañan y luego leen Le Monde Diplomatique, o el origen de un tango mítico, o tratar de hija de puta a la poesía, pero escribir mal 'hija de puta' acaso por respeto, o resucitar al 'hijo de puta' de Pla, a pela el minuto; o las putas moscas y el baygón, o poner a Hamlet su 'Speedo® / de secado / ultrarrápido', o maltraer a la momia de Alberti, o dar la vuelta a unas coplas escritas en la infancia sobre viejos y guitarras, o acrisolar los versos más exquisitos en haikus que ganan premios en Cádiz, cuando los haikus, como todo el mundo sabe, los escriben los japoneses y luego se hacen el harakiri; o emparejas a unos gatos hambrientos con el Capitalismo, o escribir 'acongojado' por no escribir 'acojonado' y que, aun así, la mirada sádica del niño y la mirada acojonada –esto es, acongojada– del insecto mantengan en su cruce instantáneo el 'secreto de la existencia'; o la vejez mal llevada, o la juventud peor llevada, o la culture jamming y Bob Marley –sea lo que sea al final la culture jamming o fuese quien fuese al final Bob Marley–; o el infarto que espera al surfista cachas, o el infarto que espera al veraneante barrigón, o un hatajo de pijos tragaldabas dando cuenta de una dorada; o la Sirenita, sea como putón viciosillo de las profundidades o como víctima inocente de la insensible brutalidad masculina; o unos rescoldos en una cala cualquiera a medianoche, o el amor, o una parrillada, o una siesta, o septiembre y el fin del verano, o el apocalipsis… David Benedicte demuestra que todo es objeto y motivo poético, cada elemento de la realidad dada, observada o vivida, sin límite alguno. El único límite es nuestra mirada (o nuestra ceguera).

Leído por el genial poeta Matías Escalera en la presentación de 'Maremágnum 44' en Madrid y publicado en la revista crítica de las artes y el pensamiento Youkali. Puedes pinchar aquí para asomarte al contenido del número.