El Cielo ya no es como lo pintan. No se oye música de liras ni vuelan rechonchos serafines alrededor de cada cual. Se ha convertido en un reverso despiadado de lo que vemos al asomarnos por la ventana, en un puñetero caos. Y todo esto por culpa de un Dios que, pesarosamente gagá debido al alzhéimer, se borra un poco más cada día que pasa.
La solución viaja a bordo de un Simca. Un apóstol resentido, una ex prostituta, un eunuco y un sombrío pirómano tratan de restablecer el orden. Son cuatro elegidos que aún no saben que lo son. Por eso sollozan en grupo. Por eso envidian a los vivos y van en busca de un suicida compulsivo apodado Cristo que una mañana optó por esfumarse. Por eso recorren el otro mundo camino del Edén babilónico mientras cargan con una desesperanza diésel y persiguen una estrella que a menudo confunden con el Elvis Presley del salpicadero.
Esta novela contiene la resplandeciente tristeza de un surtidor de gasolina.
[Novelista a punto de poner 'otro' huevo]
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Letradicto