[El ojo de Rajoy]
El ojo. El
ojo de Rajoy. El ojo izquierdo de Rajoy. Saltarín y hiphopero. Se resume
en la estupefacta visión de ese ojo
hiperactivo una manera de enfrentarse a la política. Pura ontología. Los
papeles de Bárcenas hicieron perder los papeles al ojiplático Rajoy. No hace
falta papel. Claro que no. Pero sí papeles. Papeles traicioneros y
apabullantes. Papeles que desquicien la pupila de Rajoy. Papeles. Pupilas. Nos
faltó saber, ante la desaforada insistencia del político conocido como Pdr
Snchz, si ordenó o no ordenó el coronel Rajoy el código rojo. Rojo. De ojo.
No me extraña que esta semanita en cuestión, con el recuerdo
de ese ojo buñuelesco aún fresco en nuestras retinas, se esté haciendo cuesta
arriba. Tanto que, en ciertos tramos, mantiene el nocivo desnivel de los
puntiagudos ochomiles. Arrastramos todos, sin excepción, a la hora de coronar
este Himalaya chungo, la resaca del cara a cara, o jeta a jeta, o del ojo por
ojo, con código rojo incluido, que mantuvieron el pasado lunes los dos
candidatos de postín.
Eso sí, a algunos, a los curriquis indecisos, nos toca trepar
ahora por esta brokeback mountain escarpada hasta las pestañas y lo hacemos
acordándonos del puñetero Sísifo y del Camus que lo amamantó. Y lo hacemos con
la tremulante convicción de que, al menos, en nuestras mochilas tenemos claro a
quien no vamos a votar el próximo domingo.
Pero sí a botar. Sinónimo de echar. De despedir.
De modo que sigamos avanzando
un poco más, sin resuello, hasta que alguien cante el bingo definitivo.
Encumbrémonos dominguera, sulibeyante, electoralmente. Demostrémosle al sherpa
jefe quién diablos manda aquí. De qué material están hechos nuestros huesos,
nuestras quimeras. Aunque acabemos tan perjudicados como Arrabal el día que
anunció la llegada del milenarismo. Resacón. Inexorable resacón. Pero no en Las
Vegas. Ni en Tailandia. Sino en la mismísima sede de la Academia de Cine.
¿Quién echó esta vez, subrepticiamente, el Rohypnol en las pantallas de plasma?
¿Fue Mariano, Pedro o Campo Vidal? ¿Dónde acabó dormido el triste tigre de Mike
Tyson? ¿En qué lejana región tibetana perdimos la intención de voto? ¿Por qué
nuestros recuerdos dan vueltas como si fueran albóndigas dentro de un
microondas?
¿El último cara a cara de nuestra democracia? Si eso es
cierto, como vaticinaron algunos, verlo fue comprender que no nos queden ganas
para más.
Indecente. Miserable. Y ruin.
Tres palabros conformaban la santísima trinidad del viejo ‘mobbing’
bipartidista.
Quien los probó, lo sabe.
Posted by
Letradicto