[¡El Rubius es Dios!]


 
                                                      Si soy libre es porque siempre estoy corriendo.
                                                                          Jimi Hendrix



Darwin estaba equivocado. Soy el hámster más humano y menos peludo que conoces. Estoy subido en el escalón más alto de la escala evolutiva. En realidad, soy tú. No me gusta llevar esta toalla encima mientras recorro, sin demora, países, aldeas, romas, berlines, lisboas, sobre la cinta andadora que nunca deja de girar sobre sí misma. Sé que mis chorros de sudor os exasperan, como a mí lo hace lo que cada mañana repetís: algo no va bien en una sociedad que va al gimnasio en coche para montar en bici estática.

                Conocéis la diferencia entre el GTI y el GTX, pero no sabéis diferenciar una encina del olmo. Antes, la lluvia olía a olas de pipermín, a almohada húmeda de abrazos, a callejeros de papel cuché, a autobuses frescos y a grandes almacenes en época de rebajas mínimas; ahora, se disfraza cada gota de Bill Gates y gesticula desde una esquina de la pantalla del PC con su negra mueca de murciélago repeinado. No cabe la menor duda: por más que se intente, nadie podrá jamás encerrar el mundo en una ‘tablet’.

                La OMS declara la guerra termonuclear global al embutido, cuando, en realidad, nuestro enemigo son los iPhones y Mac’s del mundo libre (de virus informáticos). Mal, pero que muy mal lo estamos haciendo en este orbe virtual para que El Rubius sea un dios y Kim Kardashian, su profetisa.

                Nos dirán que es imposible escapar de la tempestad de los ‘Me gusta’ faceebokeros. Y es que, hoy por hoy, nadie vale más que el número de sus cuentas de seguidores. Llegarán los youtubers, cuatrillones de youtubers, y por su culpa nos convertiremos en algo así como hornos microondas desenchufados, mientras atrás, muy atrás, acomodado en su palco festivo, al volante de su iPad, el espectro miope de Steve Jobs nos sobrepasará indiferente, sobrevolándonos con su monocorde cántico de viejo tranvía chiflado. Estamos, sin saberlo aún, en el último tramo del maratón de los videobloggers.

¿Nos veis? Estoy seguro de que nos veis porque cada semana somos más. Muchísimos más. ¿No habéis notado que a medida que pasan los días hay más gente corriendo por parques y montañas? Pues somos nosotros, la inmensa mayoría. Seis millones de hámsters analógicos y desactualizados que corremos, sin parar, para olvidar la banalidad que nos rodea. Porque así, corriendo a chorros, un hámster deja de estar parado para ser alguien en movimiento.