[Je Suis Prof]

 

Se abre la puerta de la carnicería, salen los terroristas suicidas, cargadas sus mochilas con cinco medialunas sangrantes, y se pierden en el hechizo de la noche. Sólo se alimentan de parisinas muertas. Salen en busca de los trenes destartalados y eternos de París, que cruzan la ciudad en viajes tan largos como los del Sena. Tienen un culto propio, descaradamente hereje, y adoran a Alá, más grande que nadie, según ellos.

Llueven mariposas, cimitarras, julajops y pianos cuando pasean, de la mano, en una pesadilla terrorífica. Para ellos el negro no es un color, sino un agujero del alma. Cuelgan niños de los postes de teléfono y, auxiliados por el jefe de estación –el viejo Alá, de nuevo–, echan cerrojos y más cerrojos a la Torre Eiffel.

https://www.elespanol.com/opinion/20151114/79372073_13.html